El racismo estructural en Brasil es un problema muy profundo y muy complejo, que va más allá de los actos individuales de prejuicio. Se manifiesta en las muchas barreras invisibles que la población negra enfrenta diariamente.
Dos ejemplos claros son la letalidad policial, que tiene como objetivo a muchos más jóvenes negros en las periferias, y la subrepresentación de profesionales negros en altos cargos, una barrera que se mantiene incluso cuando tienen mucha cualificación para esas posiciones.
Esta estructura genera mucha desigualdad social y causa mucho sufrimiento a muchas personas, limitando su acceso a la educación, la salud y las oportunidades de empleo. Cambiar esta realidad requiere mucho esfuerzo y un compromiso colectivo para promover políticas muy eficaces que garanticen la equidad para todos.


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