quinta-feira, 6 de novembro de 2025

Ritmos, goles y libros


 

Ritmos, goles y libros

Personajes:

CARLOS (apasionado por el fútbol, sueña con ser jugador profesional)

VALERIA (baila flamenco desde niña, quiere ser bailarina profesional)

DIEGO (práctico, planea estudiar ingeniería)

Escenario: Patio del instituto, después de clases. Se sientan en unas gradas.

 

DIEGO: (Suspira, cerrando su libro de matemáticas) Bueno, otro examen final superado. ¿Ustedes ya han pensado en qué van a presentar para la feria de universidades la próxima semana?

CARLOS: (Hace un amague con una botella de agua como si fuera un balón) Universidad, ¿para qué? Si todo sale bien, para entonces ya habré firmado con las divisiones inferiores del Atlético. El ojeador vino a verme el partado pasado.

VALERIA: (Estirándose, con la gracia de una bailarina) Eso lo dices siempre, Carlos. Y yo te apoyo, de verdad. Pero mi madre ya me dijo: “Valeria, el baile no paga las facturas”. Quiere que estudie Administración. Algo “sensato”, dice.

DIEGO: Pues tu madre no anda mal encaminada. La ingeniería tiene un campo laboral enorme. Es una carrera segura, con futuro. Lo tuyo y lo de Carlos son... bueno, sueños muy inestables.

CARLOS: (Deja la botella) Oye, no compares. Lo mío no es un simple “hobby”. Es disciplina. Entreno dos veces al día. Lo de Valeria es arte, pero lo mío es ciencia: táctica, resistencia, estrategia. ¡Messi no estudió una ingeniería!

VALERIA: Exacto, no compares. (Se levanta y da unos golpes secos con los pies, marcando un compás de flamenco) ¿Crees que lo mío no es también disciplina? Llevo doce años yendo a clase de baile. Mis pies tienen más callos que tus rodillas. No es solo zapatear, es expresar duende, alma. Es contar una historia sin palabras. Es tan exigente como cualquier deporte.

DIEGO: Lo sé, lo sé. No me malinterpreten. Los admiro, de verdad. Pero es que el mundo es muy competitivo. ¿Cuántos logran ser estrellas del fútbol? ¿Cuántas bailarinas llegan a actuar en el Teatro Nacional? Es una lotería.

CARLOS: Mira, no quiero ser una estrella. Quiero jugar al fútbol. Es lo único que hago y pienso bien. Es mi lenguaje. Si no lo intento, me arrepentiré toda la vida. Prefiero intentarlo y fallar, que no intentarlo y preguntarme siempre “¿y si...?”.

VALERIA: (Se sienta de nuevo, más calmada) Tiene razón. Para mí, el flamenco no es una opción, es una necesidad. Cuando bailo, el mundo desaparece. Es mi manera de ser libre. No puedo imaginarme en una oficina, detrás de un escritorio, sin poder moverme. Me moriría.

DIEGO: (Los mira a los dos, pensativo) Está bien. Entiendo. Supongo que mi pasión son los números y las estructuras. Para mí, resolver un problema complejo es como para Valeria ejecutar una coreografía perfecta, o como para Carlos marcar un gol de tiro libre. Cada uno tiene su propia cancha.

CARLOS: ¡Esa es la palabra! “Cada uno tiene su propia cancha”. La tuya es la universidad, la mía es el estadio...

VALERIA: Y la mía es el tablao. Al final, lo importante es ser feliz, ¿no?

DIEGO: (Sonríe) Sí, tienes razón. Entonces, ¿qué tal si vamos a la feria de universidades los tres? Carlos, por si el plan A no funciona. Valeria, a ver si encuentras una carrera que combine con el baile, como Artes Escénicas. Y yo, para confirmar mi plan A.

CARLOS: Hecho. Pero después de ir, nos vamos a la cancha. ¡Les enseño mi nueva finta!

VALERIA: Y después de la cancha, ¡ustedes dos vienen a mi ensayo! Necesito público para mi nueva pieza. ¡Les prometo que les va a encantar!

DIEGO: (Ríe) Trato hecho. Al final, tal vez sí podemos tener un pie en los sueños y el otro en la realidad.

(Los tres chocan los cinco, riendo, con el atardecer cayendo sobre el patio de la escuela.)

 

 

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